Aberrado que violó a una jovencita fue asesinado por un familiar de la víctima: «No llegó muy lejos»

Luis Alfredo Ledezma
3 Min de Lectura
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En una entrevista que ha sacudido a la opinión pública en EEUU, Nicholas Stanley, un hombre de 35 años de Indiana, confesó haber asesinado a Allen Cogswell, un exconvicto condenado por abusar sexualmente de un familiar suyo menor de edad. 
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En una entrevista que ha sacudido a la opinión pública en EEUU, Nicholas Stanley, un hombre de 35 años de Indiana, confesó haber asesinado a Allen Cogswell, un exconvicto condenado por abusar sexualmente a un familiar suyo menor de edad. 

De acuerdo con la información de ABC57 News, el crimen cometido por el hombre ocurrió la madrugada del 24 de junio en el motel Daylite Inn, donde Stanley disparó a Cogswell tras localizarlo.  

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Desde la cárcel del condado de Elkhart, Stanley declaró sin remordimientos al mismo medio de comunicación: “Estoy cansado de fingir que hice algo malo”. Dijo, que actuó movido por años de obsesión y dolor acumulado. 

Stanley relató que no pudo dormir sabiendo que el agresor estaba libre tras cumplir una condena de siete años. En un acto que él describe como inevitable, tomó su arma y salió a buscarlo.  

“Cuando lo encontré, hice lo que tenía que hacer”, dijo con frialdad y sin arrepentirse por haberlo asesinado. Su declaración ha encendido un debate nacional sobre justicia por mano propia, trauma familiar y los límites del sistema penal.  

Aunque enfrenta una condena mínima de 45 años, Stanley afirmó que no teme al castigo, sino al silencio que rodea a las víctimas. 

El caso ha generado reacciones encontradas en redes sociales. Algunos usuarios lo ven como un padre que protegió a su familia ante un sistema que, según ellos, no garantiza seguridad ni reparación.  

Otros, sin embargo, insisten en que la justicia no puede ser tomada por mano propia, por más dolorosa que sea la situación. Este dilema ético ha reabierto discusiones sobre la reincidencia de agresores sexuales y efectividad de su rehabilitación. 

Más allá del crimen, Stanley envió un mensaje a sus hijos: “Sé que me voy a perder el resto de sus vidas. Los quiero, chicos. No se preocupen por mí. Vivan su vida. Que tengan la mejor vida posible”.

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