La posición en la que dormimos podría revelar más de lo que se cree, luego de que una especialista en la materia asegurara que las personas que duermen boca abajo o cambian constantemente su postura durante las horas de sueño podrían indicar altos niveles de estrés en el organismo.
De acuerdo a la doctora Sara Marín, estas posturas pueden ser fiel reflejo de cómo se encuentra nuestro cuerpo a nivel interno.
La especialista considera que nuestro cuerpo, al dormir de esta manera podría estar respondiendo a altos niveles de cortisol, producidos por la hormona del estrés, durante la noche.
Este exceso de cortisol durante la noche puede impedir que el cuerpo se relaje lo suficiente como para entrar en las fases más profundas del sueño, que son las que permiten una recuperación real.
Por eso, si nos despertamos agotados, contracturados o con la sensación de no haber descansado, es posible que el cuerpo haya estado en una especie de «modo supervivencia» durante buena parte de la noche.
ESTAR ALERTA A LAS SEÑALES
En uno de sus vídeos más recientes, Marín alertó sobre estas posturas al dormir, las cuales podrían estar indicando que el cuerpo está sometido a altos niveles de estrés nocturno.
Entre las señales también destacan el dormir en posición fetal de manera muy encogida, apretar la mandíbula o los puños durante el sueño. Por lo tanto, si presentas algunos de estas posturas al dormir tu organismo está en estado de alerta incluso mientras debería estar descansando.
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«El cuerpo habla mientras dormimos, y muchas veces lo hace a gritos», precisó la doctora según lo reseñado por Ok Diario.
El estrés, añade, no sólo afecta durante el día en forma de ansiedad, impaciencia o agotamiento mental, sino que puede colarse en el sueño y manifestarse a través de movimientos repetitivos o posturas que reflejan tensión acumulada.
TIPS PARA DORMIR MEJOR
Ante esta situación, Marín recomienda una serie de cambios y hábitos que pueden ayudar a reducir ese nivel de activación interna.
El primero de ellos está relacionado con la alimentación. La doctora sugiere incluir en las cenas alimentos ricos en magnesio, como los plátanos, las espinacas o el chocolate negro (cuanto más puro, mejor). Este mineral ayuda a relajar los músculos, regular el sistema nervioso y contribuir a la producción de melatonina, la hormona que induce el sueño.
Otro aspecto clave es la temperatura del lugar donde dormimos. Según la especialista, lo ideal es mantener la habitación entre los 18 y 20 grados centígrados.
«El cuerpo necesita enfriarse para que el cerebro entienda que es momento de descansar», explica la especialista.
Este enfriamiento corporal favorece la liberación de melatonina, esencial para entrar en las fases de sueño profundo. Dormir en un ambiente muy caluroso, por el contrario, puede aumentar el estrés físico, activar el sistema nervioso y dificultar el descanso real.
La doctora también hace hincapié en el papel de los adaptógenos, plantas medicinales que ayudan al cuerpo a manejar mejor el estrés. Estas sustancias naturales actúan sobre el eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, que es el encargado de regular la producción de cortisol.