Por el Dr. Ricardo Soto-Rosa
Una encumbrada familia de la Caracas antañona decidió temperar en macuto aprovechando las vacaciones de Semana Santa, tras días de preparación cargaron la carreta con los más diversos víveres. En el techo pusieron los baúles repletos de las más variadas vestimentas apropiadas al clima caliente del litoral, pero siempre conservando la digna elegancia de su alto nivel social.
La carreta era tirada por dos vistosos ejemplares, El cochero Isidoro, dio la orden de abrir los enormes portones de madera dando paso de salida bajo el inmenso arco con el escudo familiar. La sobria casona colonial de Don Armando, era vecina a la plaza mayor de Caracas.
Isidoro marcó el rumbo templando las riendas hacia La Pastora, para luego tomar el camino de Los Españoles. Pasadas unas dos horas llegaron a un merendero donde la familia se deleitó con los famosos pasteles de Tricás, e Isidoro acompañó a Don Armando con dos medias lisas traídas de la famosa cervecería Don Sela.
Siguieron su viaje, empezando un descenso cada vez más atropellado. Cuando comenzaron a ver el azul del cielo fusionarse con el mar, Las medias lisas hicieron efecto diurético sobre la vejiga de Isidoro, quien por vergüenza no podía manifestar su necesidad, decidiendo castigar a las bestias para acelerar el paso y llegar lo más pronto posible.
Don Armando le hacía señas a Isidoro de bajar la carrera, pero éste, nervioso, se paraba y sentaba conteniendo el deseo irrefrenable de orinar. La velocidad era tal, que la carreta dio un salto en el aire, volcándose hacia un costado del camino, deslizando las ventanas sobre el piso empedrado hasta chocar contra un grueso samán. Los gritos de la familia se confunden con el relincho de los caballos.
Rápidamente se fueron saliendo, ayudándose unos con otros, todos estaban con vida y sin mayores traumatismos a pesar de lo aparatoso del suceso. Vieron a Isidoro boca abajo, sobre una gran roca, donde fue a caer al salir despedido por los aires tras el impacto.
Don Armando corrió hasta él y lo ayudó a ponerse en pie, algo mareado y tambaleante se quejaba de intenso “dolor en la panza”, había desaparecido la necesidad de orinar por lo que pensó que se había hecho aguas encima, pero al tocarse constató que solo estaba lleno de polvo.
Horas después Isidoro ingresaba al moderno Hospital Vargas recientemente inaugurado por el Presidente Raimundo Andueza Palacios. Los médicos lo evaluaron y pasaron una sonda donde obtuvieron escasas orinas con sangre y al realizar estudió en la sala de rayos X, identificaron claramente que el contraste pasado a través de la sonda, se derramaba desde la vejiga hacia la cavidad abdominal.
El traumatismo abdominal cerrado ocurre por impactos directos sobre el abdomen o por desaceleración violenta en accidentes de tránsito, atropello, caídas o golpes directos, ocasionando ruptura de vísceras sólidas o estallido de vísceras huecas, como la vejiga, en especial cuando están repletas de contenido.
El orine derramado sobre la cavidad peritoneal produce la llamada peritonitis por irritación química, acompañado de cambios electrolíticos y deterioro en la función renal y cardíaca.
Isidoro fue llevado de urgencia al quirófano con el diagnóstico de traumatismo abdominal cerrado con estallido de vejiga. A través de rápida incisión media, el cirujano de guardia abordó la cavidad, encontrando abundante orina y sangre libre, luego identificó un irregular orificio en el fondo de la vejiga, el cual reparó resecando sus mortificados bordes y cerró con firme sutura. Posteriormente revisó el resto de las vísceras constatando su indemnidad.
Días después Isidoro el cochero fue dado de alta, salió del hospital Vargas caminando con dificultad, muy adolorido y demacrado. Desde entonces Isidoro el cochero, les recomienda a todos sus compañeros “vaciar la vejiga antes de emprender viaje y nunca tomar si se va a trabajar”.
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