La historia de Yerlín, una migrante venezolana embarazada que casi muere ahogada con su hijo mayor en el Darién

Carlos Ramiro Chacín
Por Carlos Ramiro Chacín 3 Min de Lectura
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La violencia en el Darién «ya es insólita» y que cada vez se registran más ataques y abuso sexual contra los migrantes. Así lo a
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Yerlín Clemente, una venezolana embarazada, decidió cruzar la selva del Darién, entre Colombia y Panamá, junto a su familia. Lo que menos esperaba, ocurrió: estuvieron a punto de morir en medio de la jungla.

La migrante venezolana, quien tiene cuatro meses de embarazo, iba a cruzar uno de los tantos ríos que hay en la selva. Sin embargo, las botas de caucho que protegían sus pies se llenaron de agua y se comenzó a ahogar.

Mientras tenía a su hijo de apenas 10 años tomado de la mano, Yerlín se comenzó a hundir por el peso del agua dentro de sus botas. «Lo abracé tan fuerte como pude, sentí tanto miedo que mis piernas se entumecieron», contó Yerlín a El Pitazo.

Cientos de miles de migrantes han cruzado el Darién en los últimos años. Foto: Tiempo

Otros migrantes se percataron de la situación y se lanzaron al agua para ayudar a Yerlín y su hijo. «Prácticamente, nos salvaron de morir ahogados», aseguró, a la vez que agradeció a sus rescatistas.

YERLÍN BUSCA UN MEJOR FUTURO

La migrante de 37 años nació en Santa Teresa del Tuy, en el estado Miranda. Como millones de venezolanos, Yerlín se vio obligada a irse del país para buscar mejores oportunidades en otras naciones.

Yerlín se fue con su esposo a vivir a Bogotá, Colombia, hace un año y medio. «Me iba bien, pero un tío paterno me motivó a irme a Estados Unidos y ahora esa es mi meta», contó desde un refugio en la Ciudad de México.

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Uno de los hijos de Yerlín en Ciudad de México. Foto: Jean Carlos Rodríguez/Notituy 24

Junto a su esposo y sus dos hijos, de 10 y 3 años, comenzó a cruzar el Darién el pasado 8 de septiembre. Tras atravesar la jungla, continuó su travesía por otros cuatro países de Centroamérica para llegar a Estados Unidos.

Yerlín está vendiendo chupetas en la zona de Vallejo, en la capital mexicana, y su esposo trabaja en construcción. Esperan que el dinero que ganen les permita continuar su travesía hacia la frontera.

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