Abuelo y padrastro abusaron durante cinco años de una niña en la región de Ayacucho, Perú, por lo que la justicia de ese país los condenó a cadena perpetua por los repetidos ultrajes que sufrió la infante.
La niña recibió los abusos, desde que tenía seis años, en viviendas particulares, zonas rurales y hasta en la vía pública, sin que nadie advirtiera el horror que vivía en silencio.
Los hombres aprovecharon su posición familiar para agredir a la menor, hasta que esta cumplió 11 años y se llenó de valor para denunciar los reiterados ultrajes en su contra.
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El caso lo investigó la Fiscalía Provincial Mixta de Lucanas, a cargo del fiscal Khimer Ericson Cauti Chocce. Tras reunir pruebas contundentes, se logró que ambos agresores, identificados como Joel Ramos Condori, de 37 años de edad; y Lucio Cocche Carrasco, de 58 años fueran condenados a cadena perpetua por el delito de violación sexual de menor de edad.
Además de la pena privativa de libertad, se estableció el pago de 20 mil soles de reparación civil, por cada uno, a favor de la víctima.
De acuerdo con la acusación fiscal, Joel Ramos Condori, padrastro de la menor, cometió los abusos sexuales entre los años 2015 y 2020,según lo reseñado por Infobae.
AMENAZABAN A LA MENOR DE MUERTE PARA QUE ESTA NO CONTARA EL ABUSO
Según las investigaciones, Ramos Condori utilizaba amenazas constantes para silenciar a la niña, advirtiéndole que atentaría contra su vida si contaba lo ocurrido. Esta situación provocó un severo daño psicológico en la menor, quien permaneció callada durante años por temor a las represalias.
Por otro lado, a Cocche Carrasco, abuelo materno de la víctima, lo hallaron culpable de haberla violado entre los años 2015 y 2017, en espacios rurales. El adulto mayor utilizó el vínculo de parentesco para acercarse a la menor y perpetrar los ataques sexuales, incluso cerca de un río cercano a su vivienda.
Los hechos ocurrieron en zonas de difícil acceso, lo que dificultó que la comunidad o la familia detectaran el abuso a tiempo.
Con el paso del tiempo, la niña logró encontrar la fuerza para revelar los hechos entre lágrimas a sus familiares. Tras escuchar su testimonio, se presentó una denuncia policial que permitió iniciar el proceso judicial.
Las pruebas psicológicas, médicas y testimoniales fueron determinantes para que los responsables recibieran una sentencia de prisión de por vida.