La cobertura de medios como The New York Times puso en evidencia la situación de muchas madres venezolanas que fueron deportadas de Estados Unidos y ahora viven en su país natal con un dolor que trasciende fronteras.
De acuerdo con amplio reportaje del mencionado medio de comunicación, muchas de ellas fueron separadas de sus hijos durante procesos migratorios. Lo dramático, es que quedaron los menores bajo custodia de familiares, amigos o incluso instituciones en territorio estadounidense.
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El caso de Emmanuel Leandro Caicedo, un niño de 11 años que quedó solo en Texas tras la deportación de su madre, simboliza la crudeza de estas separaciones.
Este niño pasó tres meses del verano viviendo solo. Durante ese tiempo asistió a clases y, con determinación, caminó hasta su ceremonia de graduación de quinto grado para recibir su diploma.
Según relató su madre, un vecino le proporcionaba comida, aunque el niño debía arreglárselas por sí mismo en la mayoría de las situaciones.
La decisión, explicó ella, fue tomada en medio de la desesperación. Mientras permanecía detenida, temía que su hijo terminara en un centro de acogida. Por eso, mintió a los funcionarios migratorios asegurando que Emmanuel estaba bajo el cuidado de un adulto.
Finalmente, ella fue deportada a Venezuela a finales de julio. Dejó al niño en Estados Unidos, donde terminó viviendo con un conocido.
“Yo sigo esperando que lo traigan conmigo”, dijo su madre, Deisy Carolina Venecia Farías, a principios de este año.

«ME ENGAÑARON»
Similar situación viven mujeres como María Alejandra Rubio, quienes llevan meses sin ver a sus hijos, quienes permanecen en Estados Unidos bajo el cuidado de terceros.
En el caso de Rubio González relató que, en múltiples ocasiones, suplicó a los agentes migratorios ser deportada junto a su hijo de 8 años, Anyerson.
El niño permanece en los suburbios de Atlanta. Está bajo el cuidado de un amigo desde que su madre fue detenida el 15 de marzo. De acuerdo con los registros policiales, las autoridades locales la acusaron de conducir sin licencia y bajo los efectos del alcohol.
“Me dijeron: ‘Ok, lo sabemos. No se preocupe, será deportada con su hijo”, recordó. Cuando los agentes intentaron colocarla en un vuelo de deportación, dijo que se negó a embarcar porque no veía a su hijo a bordo.
“Lloré y lloré y no me monté”, dijo. “Me engañaron”.
A Rubio González finalmente la deportaron sin Anyerson el 23 de julio. En concreto, junto con otros más de 200 venezolanos, entre ellos cuatro madres que también se fueron sin sus hijos, dijo.
PIDEN SER ESCUCHADAS
Ante esta realidad, varias madres decidieron alzar su voz públicamente, enviando cartas y peticiones a figuras políticas como la primera dama Melania Trump, con la esperanza de que interceda para facilitar la reunificación familiar.
En Venezuela, estas madres deportadas enfrentan un doble desafío: la precariedad económica y social de su regreso. También la imposibilidad de mantener contacto constante con sus hijos.
Muchas viven en condiciones difíciles, sin recursos para emprender nuevas gestiones legales o viajes. Sin embargo, su lucha continúa, impulsada por el amor maternal y la esperanza de volver a abrazar a sus hijos.
Como se sabe, la problemática se enmarca en un contexto de endurecimiento de las políticas migratorias estadounidenses, que han generado un aumento en las deportaciones y, en consecuencia, más casos de separación familiar.
Organizaciones de derechos humanos y activistas han denunciado que estas medidas vulneran el derecho de los niños a crecer junto a sus padres, además de profundizar el trauma emocional de las familias afectadas.

