El exjugador de fútbol italiano Gianluca Vialli falleció este viernes a los 58 años en un hospital de Londres por un cáncer de páncreas que padecía desde hace cinco años y que le obligó a dejar su cargo de jefe de la delegación de la selección italiana de fútbol el pasado 14 de diciembre.
Vialli nació el 9 de julio de 1964 en la norteña Cremona, donde en su juventud iniciaría su exitosa carrera futbolística: su primera elástica fue del equipo local, el Cremonese.
Con 20 años, en 1984, Gianluca Vialli dio un paso adelante fichando por el Sampdoria, donde se fraguó un nombre a lo largo de ocho temporadas en las que alzó un “Scudetto”, tres Copas Italia, una Supercopa Italiana y jugando una final de Liga de Campeones, perdida en Wembley contra el Barcelona.
GIANLUCA VIALLI, EL GOLEADOR
En 1991 se coronó además como el máximo goleador de la Serie A italiana. Pero la cumbre del “calcio” le esperaba no muy lejos, en el Juventus de Turín, equipo en el que militaría durante cuatro temporadas que le valieron para recoger su segundo “Scudetto”, una Copa Italia, otra Supecopa y una Copa UEFA.
Pero también el más importante, su primera “Orejona”, como capitán en aquella noche en la que la “Vecchia Signora” derrotó al Ajax en la final romana de la Liga de Campeones, en la tanda de penaltis.
Este sería el trampolín de Gianluca Vialli hacia la Premier League y en 1996 tomó un avión y viajó a Chelsea, donde jugó durante tres temporadas, reseñó EFE.
Fue allí donde en 1999, con 35 años, decidió colgar las botas y emprender una carrera de entrenador –también en el Watford– que no le depararía demasiados éxitos.
Aunque fue en la capital británica donde conocería a su esposa, Cathryn, y formaría una familia con dos hijas, Olivia y Sofia.
LA SELECCIÓN ITALIANA
El delantero engrandeció también a la selección italiana, con la que jugó en 59 ocasiones marcando un total de dieciséis goles, desde su debut el 16 de noviembre de 1985 en un amistoso contra Polonia.
Vialli participó en los Mundiales de México 86 y de Italia 90 –alcanzando las semifinales en este último–, y en la Eurocopa de Alemania Occidental 88, en la que también alcanzó las semifinales.
Pasarían casi dos décadas, hasta 2019, para que volviera a formar parte de un banquillo; lo hizo de la mano de su amigo Roberto Mancini, nombrado jefe de la delegación de la selección italiana. Solo dos años después levantaría una Euro 2020 tras ganar a Inglaterra, jugando de hecho un curioso papel: el de talismán.
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Su figura se convirtió de hecho en una especie de amuleto durante el devenir del torneo, después de que, en la segunda jornada de campeonato, el autobús salió por error del hotel sin él y tuvo que dar la vuelta para recogerle. El positivo resultado ante Suiza esa noche hizo que el fallo se convirtiera en un ritual que repitieron en el resto de partidos (Gales, Austria, Bélgica, España e Inglaterra) hasta coronarse campeones.