Una madre venezolana denunció que autoridades de Estados Unidos en conjunto con una escuela de medicina vendieron por partes el cadáver de su hija, quien sufrió una muerte violenta en Texas.
Al igual que muchos migrantes, Aurimar Iturriago Villegas logró llegar a Texas en 2020 con el objetivo de trabajar para construirle una casa a su madre y ayudar a su familia en Venezuela.
Sin embargo, un par de meses después su madre Arelis Villegas recibió una noticia que cambió su vida para siempre, su hija había muerto tras recibir un impacto de bala.
Al no contar con los recursos suficientes, la mujer no pudo traer el cuerpo a Venezuela y éste quedó en custodia de autoridades en Estados Unidos. Lejos de enterrarla, donaron el cuerpo sin el consentimiento de la familia a una escuela médica local donde lo cortaron y le asignaron un precio a las partes que no fueron dañadas por la bala que impactó su cabeza.
En el sitio los interesados podían adquirir el torso de la joven en 900 dólares, mientras que las piernas las vendieron a 703 dólares.
Todo esto ocurrió sin que Arelis se enterara de lo que realmente estaban haciendo con el cuerpo de su hija. Ahora, dos años después de esos hechos, NBC News y Noticias Telemundo revelaron los nombres de cientos de migrantes fallecidos que al nadie reclamar sus cadáveres las autoridades los donaron al Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad del Norte de Texas, con sede en Fort Worth.
Al enterarse de lo sucedido la mujer no pudo evitar su malestar. «Ella no es ningún animalito para que la descuarticen, para que la corten», lamentó su madre desde Venezuela.
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Trascendió que luego de las respectivas investigaciones científicas incineraron el cuerpo junto a desconocidos en un cementerio de Dallas.
Aurimar fue una de las 2.350 personas cuyos cuerpos, desde 2019, fueron traslados al Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad del Norte de Texas bajo acuerdos con dos condados locales que generaron alrededor de 2.5 millones de dólares anuales al centro, y le ahorraron a los condados cientos de miles de dólares en cremaciones y costos funerarios, de acuerdo a registros financieros.
Esto no se trata de una práctica exclusiva para los migrantes fallecidos. Con las crecientes muertes de adictos a los opioides en las calles de Estado Unidos, los condados han encontrado esta fórmula efectiva para ahorrar costos. Se trata de un negocio donde las escuelas de medicina se lucran al vender los cadáveres por partes.
Cientos de estos cuerpos fueron destinados para formación de estudiantes o investigación. Otros se alquilaron a empresas de tecnología médica que necesitan restos humanos para desarrollar productos y capacitar a médicos para usarlos. Algunos, como el de Aurimar, los usaron para ambos fines.
Luego de que salió publicada la lista, el Centro de Ciencias de la Salud suspendió su programa de donación, despidió a los funcionarios que lo dirigían y se comprometió a dejar de usar cadáveres considerados abandonados.
Andy North, portavoz del centro, extendió sus disculpas a todos los “individuos y familias impactadas” y reafirmó que han “tomado múltiples acciones correctivas”.