Por el intenso ritmo de vida que llevan millones de personas a diario, para muchos es imposible no ingerir comida recalentada. Aunque es una opción segura y sana se han dado casos de personas que casi mueren debido a la presencia de una inusual bacteria.
Lo más recomendable es considerar cuánto tiempo de preservación tienen los alimentos y encontrar una forma adecuada para recalentarlos.
Un joven de 19 años en Estados Unidos perdió ambas piernas y estuvo al borde de la muerte por comer pollo y fideos del día anterior.
Comenzó a presentar varios episodios de vómitos junto con dolor de estómago y náuseas, informó el portal científico The New England Journal of Medicine.
En pocas horas su salud empezó a deteriorarse severamente. Al ser ingresado comenzó a desarrollar otros síntomas.
- Debilidad.
- Malestar general.
- Visión borrosa.
- Rigidez en el cuello.
- Dolor en el pecho.
- Dificultad para respirar.
- Dolor de cabeza.
Solo cinco horas después su piel comenzó a tornarse morada. De inmediato lo trasladaron a terapia intensiva en el Hospital General de Massachusetts.
LA INUSUAL BACTERIA EN LA COMIDA RECALENTADA
Lo peor para los médicos es que no entendían qué estaba ocurriendo con el joven. En ese momento, decidieron hacerle más estudios mientras su salud se deterioraba.
En primera instancia, lo trataron por insuficiencia orgánica, manchas y una erupción progresiva en su piel. Sin embargo, su situación no mejoraba.
Tras realizarle más estudios descubrieron que tenía Neisseria Meningitidis, una bacteria que, según el estudio clínico publicado en The New England Journal of Medicine, tienen en la nariz alrededor del 10% de los jóvenes y adultos en el mundo.
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Para mala suerte del joven, la bacteria se alojó en los fideos y pollo que comió recalentado.
Aproximadamente 1 de cada 10,000 personas que portan la bacteria se enfermarán, lo que se traduce en aproximadamente 1 en un millón de personas en la población general.
La necrosis de la piel del paciente fue causada por una gangrena que se desarrolló en sus dedos, piernas y pies, obligando a los médicos a amputar a estos miembros de su cuerpo.
Los médicos descubrieron, más tarde, que el hombre había recibido la primera dosis de la vacuna meningocócica antes de la escuela secundaria, pero no la dosis de refuerzo que se recomienda cuatro años después.
Un compañero que ingirió la misma comida vomitó pero no enfermó. «Su compañero de habitación estaba al día en su calendario de vacunación», detallaron los doctores.