Livia Pieruzzini y Gustavo Morón, una pareja venezolana, busca con desesperación por cielo, mar y tierra a su hija, nieta y yerno, con los cuales perdieron todo tipo de contacto el 21 de octubre, después que tres días antes zarparan desde la peligrosa ruta de San Andrés, Colombia, con destino hacia Nicaragua.
Ambos comentan que la última vez que hablaron con ellos. A la mujer, de nombre Leomarly Morón, se le oía asustada. No obstante, no había más opción: habían vendido todo en Venezuela para pagar el viaje e intentar llegar a EEUU. De esta forma, obtendrían mejor calidad de vida.
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«Mamá, échame la bendición que me voy», dijo Leomarly a Livia. “Dios te acompaña hija, Dios va delante de ti”, contestó la madre, según la historia que contó la progenitora a El País de España.
Desde ese entonces, no se sabe de ella, la cual integraba un grupo de 39 migrantes y dos tripulantes que iban en una lancha precaria. Oriunda de Guanare, estado Portuguesa, la pareja tiene casi 60 días buscando a su familia. Por ende, se movilizaron a Bogotá hace un mes para intentar «hacer algo» que pueda llevarlos a su paradero.
Cada día se despiertan a las 5:00 am. Recorren la capital de Bogotá junto a un abogado jubilado, además de otros familiares. Tocan puertas, desde la Procuraduría hasta el Congreso o las embajadas.
«Sabemos que nuestros familiares no están muertos», dicen en simultáneo, pues ninguno pierde la fe. Aún así, los días pasan y la urgencia de volver a Venezuela es más latente.
FAMILIA EN EEUU LOS INCENTIVÓ
La señora Livia comenta que la pareja, la cual se conoció y enamoró en Guanare, donde vivieron su infancia, se cansaron en junio de intentar seguir trabajando en Venezuela. Tenían, negocios, pero no les alcanzaba. Por ende, familiares en EEUU del hombre les incentivaron a irse, prometiéndoles que los ayudarían, emprendiendo así un viaje junto a un primo.
«En Estados Unidos estaban unos familiares de Gonzalo, que los incentivaron a que se fueran y les dijeron que iban a apoyarlos. Les avisaron que allá era duro también y que había que trabajar, pero eso no los desmotivó porque eran emprendedores y estaban acostumbrados a trabajar mucho», relató.
Ella señala que desde un principio no le cuadró la situación. «Yo le dije a Leomarly que ella y la niña me iban a hacer mucha falta. Pero me contestó que se iba porque quería darle un mejor futuro a su hija, que aquí en Venezuela no tenían porvenir y no podrían surgir».
Livia afirma que desea seguir en Bogotá hasta que su hija aparezca. «No quiero que esto se enfríe», teme.